Vivir en un Ashram
Llevo una semana en un lugar llamado Aurovalley Ashram. Antes de venir, mucha gente me preguntó qué era un ashram, y como yo nunca lo había experimentado, cualquier respuesta que yo hubiera dado era una suposición. Así que voy a contarles cómo es vivir en un ashram, desde mi propia experiencia.
Un ashram, o éste en particular, es un lugar de paz y de reflexión interior que recibe y aloja a gente de todo el mundo. Hay personas que se quedan años, pero yo vine durante solo dos semanas. Este lugar fue fundado por un hombre a quien hoy llaman Swami Brahmdev, quien, inspirado por la filosofía de Sri Aurobindo y La Madre (dos personas que se dedicaron a entender y compartir como vivir la vida mejor), empezó a construir un sitio para experimentar el yoga integral. “All life is yoga” es un lema que frecuentemente veo en tableros y letreros en el ashram.
Swami, que en hindi significa dueño, me recibió vestido de blanco en la recepción del lugar. Me hizo algunas preguntas sobre mí y mis planes en India. Me indicó donde podía comer algo y después se fue sin mayores explicaciones. Almorcé sola y en silencio, pues la gente que me sirvió la comida sonreía pero no hablaba.
Más tarde me instalaron en un cuarto llamado Prudencia (nada es coincidencia), cuyo llavero tiene un cronograma de actividades diarias que empiezan a las 6 am y terminan a las 9 pm. Una de ellas se llama Karma Yoga, pero en ese momento nadie me explicó qué quería decir y cuando en la tarde salí a preguntar, tampoco encontré respuesta.
Inicié pues el resto de las actividades: meditación a las 6 am y a las 6 pm, asanas (yoga) a las 7 am, Satsang (preguntas al Swami) a las 11 am y tuve la suerte de coincidir con un grupo de franceses que estaban haciendo un taller de yoga vocal con música india, el cual compartieron con todos en las tardes mientras estuvieron acá. Por las noches, después de comer, hay una corta lectura de Aurobindo (de la cual no entiendo absolutamente nada) y cada uno lee para los demás algo de La Madre, que es una traducción de Aurobindo para los mortales. Estas lecturas vienen de páginas escogidas al azar, pero parece que hubieran sido cuidadosamente seleccionadas para tocar las fibras más sensibles de cada uno.
Conocí a una australiana que me explicó algunas cosas del lugar y después a una belga, con quienes he hecho una linda amistad. Ellas me explicaron que karma yoga significa aportar o contribuir voluntariamente al mantenimiento del ashram o sus proyectos, así que fui a la recepción a preguntar cómo podía aportar.
La mujer que atiende la recepción, a quien no le entiendo casi nada porque murmura en hinglish, me miró un poco confundida y dijo que no sabía qué tarea darme. Me propuso que mejor pensara yo qué quería hacer. Así que me fui y le conté esto a mi amiga belga, quien me remitió a Xena, una mujer que ha venido durante años al ashram y tiene la tendencia a ser la mamá de todos. Yo ya venia ayudando a servir la comida, pero sentía que eso era insuficiente y los que me conocen saben que la palabra hiperactividad es una buena descripción de mi personalidad. Xena tampoco supo qué decirme y me recomendó hablar con Swami, quien tengo que confesar, me intimida.
Después de mi bienvenida, dos veces había hecho preguntas en la hora de Satsang: pregunté cómo combatir el ego y cómo vivir en el presente. A lo primero, Swami me respondió que en vez de combatir mi ego debía usarlo para llegar a donde me lo propusiera, pero que no dejara que el ego me usara a mí, y que en dado caso tratara de confundirlo. Esto me llenó de emoción pues encontré claridad en la respuesta. Sin embargo, no pasó lo mismo con la segunda pregunta que hice, pues en este caso la respuesta fue: “la ignorancia se alimenta de los pensamientos sobre el pasado y el futuro.” Punto final. Quedé desconcertada. No entendí cómo vivir en el presente y me sentí la persona más ignorante del mundo, pues la mayoría de los pensamientos de mi vida han sido recuerdos del pasado y sueños sobre el futuro… Decidí no intervenir más hasta entender mejor la respuesta y recargarme de valor, pero ahora debía enfrentarlo y preguntar sobre mi karma yoga.
Estuve evitándolo cerca de 2 días, hasta que una noche, saliendo de la biblioteca, me acerqué a Swami y le pregunté cómo podía contribuir. Él me invitó a sentarme a su lado, me miró y me dijo algo así: “Vas a estar un tiempo muy corto aquí. Eres una persona de naturaleza muy dinámica y puedes hacer grandes cosas por el mundo, así que mejor usa cada segundo de tu tiempo aquí para encontrarte en el silencio.” Yo me sentí halagada, por supuesto, y complacida de no tener que limpiar o barrer. Me fui a dormir pensando que la tarea iba a ser fácil. Pero qué equivocada estaba.
Al día siguiente llegué muy contenta en silencio a la biblioteca y vi a mi amiga belga barriendo el lugar. Me costó mucho trabajo sentarme a leer mientras ella barría y nos reímos de la situación, pues ella no está muy contenta barriendo y limpiando. Mientras leía para “encontrarme”, me quedé dormida, así que no logré avanzar mucho, o por lo menos no conscientemente. Después no pude resistir más y me paré a ayudar a cambiar las pilas de un reloj que estaba a 4 metros del piso.
Para resumir, creo que la tarea más difícil que me han podido poner, es el silencio. Ayer, por ejemplo, me fui a Rishikesh con mi amiga belga. Aunque me justifiqué a mí misma diciendo que no podía estar acá y no conocer la ciudad, al final del día sentí que había retrocedido en mi proceso y que había sido un día perdido.
Me quedan dos consuelos. El primero (que probablemente es mi cerebro tratando de justificarse), es que siento que haber venido hasta acá, soltando todo lo que me rodeaba, ya implica silenciar un gran ruido y esto me ha hecho despertar en muchos niveles. Y el segundo, es que todavía me quedan 6 días en este lugar, los cuales planeo aprovechar al máximo. Seguiré entonces en mi andar, con mi karma del silencio, para lo cual, entre otras, no sé si sea conveniente seguir escribiendo este blog, así que tendremos que esperar a mi regreso a Delhi para continuar la historia. Abrazos para todos.