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Rompiendo estigmas



El día que decidí quedarme en la India más allá de unas vacaciones, supe de inmediato que quería dedicar un tiempo a volver a mis raíces y reviví el sentimiento que tuve cuando levanté la mano para aplicar a lo que sería mi primer trabajo (en realidad fue una pasantía): la emoción por apoyar al 50% de los seres humanos que viven en este planeta, las mujeres.


En ese momento cogí mi computador y luego de un par de clicks encontré cientos de proyectos y organizaciones invitando a extranjeros a participar como voluntarios en programas que promueven la equidad de género o que simplemente apoyan a las mujeres. La mayoría me parecieron casi que turísticos y superficiales. Me negué a pagarle a una organización para trabajar para ella (la mayoría cobran) y estar rodeada de quinceañeros que vienen a la India en búsqueda de aventuras, con los que probablemente no iba a tener nada en común.


Pasaron algunos días y me encontré varias organizaciones mucho más interesantes en el campo del empoderamiento femenino, pero la que más me llamó la atención fue una llamada Azad Foundation. Una entidad completamente india, conformada por mujeres emprendedoras que entendieron que no solo hay que dar la lucha en la política y en la academia, sino que es fundamental generar oportunidades reales que le permitan a las mujeres tener acceso y control de los recursos y de sus propias vidas.


Sin pensarlo mucho, escribí al correo de Azad y les dije que quería trabajar gratis para ellos durante un mes. Al cabo de unos días me respondieron enviándome un formulario casi tan exigente como el de la aplicación a un posgrado, el cual diligencié feliz y orgullosa por la seriedad de la organización. Después de un par de mensajes y una llamada telefónica, me dieron la bienvenida al equipo, disculpándose por no poder pagarme. Acepté encantada.


Azad, según aprendí, significa LIBERTAD. Y eso es lo que en realidad busca esta organización para la que llevo trabajando una semana. Libertad sobre ruedas, en realidad, porque el modelo que desarrollaron consiste en dotar a las mujeres de capacidades psicológicas y técnicas para tomar el control de sus vidas y de un carro con el que se ganan un sustento para vivir y no depender de otros. Libertad sobre ruedas, también, porque con ello desafían los paradigmas tradicionales del mercado laboral y de las libertades de movilidad de las mujeres, que en la mayoría de los lugares están destinadas a servir en la casa a sus maridos o en otras casas de familias más adineradas. Así, cuando estas mujeres se vuelven conductoras profesionales y salen de sus aldeas, conocen el mundo por fuera de su comunidad, se ganan un sustento digno y aprenden a hacer valer sus derechos.


En Azad me han recibido con los brazos abiertos y con mil retos por emprender. Mi misión consiste en ayudarles a conectarse con el resto del mundo, porque han estado muy concentrados en su labor en India, pero diez años después de su nacimiento, ya es hora de compartir con el mundo los aprendizajes que han alcanzado y también de recibir apoyo para crecer y para empoderar a más mujeres en el resto del planeta.


Así termina mi primera semana en Delhi: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Incluso el fin de semana, porque soy tan afortunada que justo llegué cuando están haciendo la presentación interna de los logros y los retos de toda la organización… y soy tan de buenas, que escogí sin saber un AirBnB en un barrio bengalí (el único lugar de la India con una sociedad matriarcal) donde la dueña del apartamento y yo parecemos hechas con el mismo molde. Ya tendré tiempo para seguir experimentando Delhi desde adentro, como todo en este andar.

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