Como bichos entre un frasco
Un bicho entre un frasco le pertenece al dueño (del frasco). Su vida depende del que lo tenga en su poder, quien decide si lo deja salir, a dónde lo quiere llevar, si le da de comer, y en general, si lo deja vivir. Esto, aunque suena atroz y muestra el poco respeto que tenemos por los bichos, no está muy lejos de la vida de muchas mujeres en la India, y probablemente también en el resto del mundo.
Todo lo que aquí voy a contar, me lo han dicho personas que lo han vivido personalmente o lo he leído en estudios de caso de mujeres reales. Esto no significa que a mí me conste y tampoco implica que aplique al 100% de las mujeres en la India. Puede haber excepciones y matices.
Tener hijas en la India no es la mejor noticia para una familia. Prueba de ello es que actualmente esté prohibido por ley saber el sexo de un bebé antes de su nacimiento, pues durante años, muchos futuros padres tomaban la decisión de abortar al saber que tendrían una niña. Como resultado de ello, solo el 48% de los 1.300 millones habitantes de la India son mujeres. El lado positivo es que…. ninguna mujer se queda sin su hombre…
La explicación que me han dado consiste, en pocas palabras, en que una mujer es una carga para sus padres. Lo primero es que durante su infancia y adolescencia deben estar siempre vigilándola para que no hable con hombres y no salga cuando no debe. Ah, y claro está, protegerla de ser violada por cualquier vecino, pero no por su propio bien, sino porque eso sería una deshonra para la familia y la carga se volvería eterna, pues nadie aceptaría una esposa que fue violada.
Después deben encontrarle un marido de la misma casta, religión y que ojalá tenga más riqueza que la novia. Y una vez encontrado el macho ideal, hay que pagar el matrimonio y encimarle millones y millones en regalos, como si fuera una indemnización anticipada por recibir la carga. El bicho entre el frasco, es entonces vendido a otro propietario: el esposo.
Pero quiero devolverme al progreso de selección. Hoy, en pleno siglo XXI, incluso las mujeres educadas que han hecho sus estudios en Inglaterra u otros países, están destinadas a casarse sí o sí, y en la inmensa mayoría de los casos, son sus padres los que escogen quién será el afortunado esposo (porque ella probablemente no será afortunada). El noviazgo es casi siempre inexistente, y una vez se ha acordado el matrimonio, los novios solo pueden hablar a solas durante 10 minutos antes de la tan anhelada fecha, durante los cuales la novia no se atreverá a mirar a su futuro esposo a los ojos, y por supuesto, tampoco hará ninguna pregunta sobre lo que realmente debe saber antes de casarse con un desconocido. Sus futuros suegros la interrogarán preguntándole, por ejemplo, qué sabe cocinar.
Puede ser que la mujer tenga mucha suerte y su recién conocido marido resulte ser un buen hombre, pero también puede pasar exactamente lo contrario. En cualquier caso, aún si la mujer estudió en la universidad, lo más probable es que ella no trabaje, sino se ocupe de la casa, del marido y de los hijos que con seguridad tendrá. Y lo que es peor, es que la mujer se irá a vivir con su familia política, pues acá todas las familias viven bajo el mismo techo.
Uno pensaría que existe solidaridad de género y que entre mujeres se ayudan y se cuidan. Pero acá es al contrario: la suegra es la peor enemiga de la nuera y parece que su nueva misión es hacerle la vida imposible. Críticas constantes, violencia verbal y física, y en general absoluta indiferencia y negligencia en caso de enfermedad o de necesidad: así tratan las suegras a sus nueras. Por supuesto, el esposo nunca intercede a favor de la mujer, y por el contrario, espera de ella que su misión principal sea servirle en todo lo que él necesite y seguirlo a donde quiera que él vaya.
Me estoy leyendo la autobiografía que escribió Gandhi en 1927 (The Story of my Experiments with Truth) y tengo que confesar que estaba feliz con el libro hasta que en la mitad, él hizo un comentario más o menos así:
Mi mujer no sabe realmente si tiene ideales independientes de los míos y yo no discuto mis acciones con ella. Al igual que la mayoría de las esposas hindúes, tiene una gran cualidad: voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente, ella se considera bendecida por seguir mis pasos y nunca se ha opuesto en mi camino. Aunque exista una gran diferencia intelectual entre nosotros, siempre he creído que tenemos una vida feliz.
Esto viniendo de un hombre absolutamente admirado en el mundo por su movimiento de la no violencia y de lucha por el trato igualitario! Casi me desmayo, y por lo tanto, he tenido dificultades para seguir leyendo el libro.
Sigo con la vida de casada en la India, pero aclaro lo que viene no difiere mucho de lo que viven muchas mujeres en Colombia, sobre todo en familias con poco acceso a la educación. Los maridos, a quienes les encomendaron la protección de las mujeres, se gastan el poco dinero que ganan bebiendo, se desaparecen durante días o semanas y no dejan nada para la alimentación o supervivencia de sus familias. Después llegan furiosos a la casa, con tragos, y golpean a la mujer a veces hasta dejar lesiones permanentes o incluso causar su muerte. Y todo esto, si se denuncia a la policía, probablemente solo recibirá como respuesta, que se trata de un asunto privado y así debe ser resuelto.
De sexo ni hablemos, porque está claro que es deber de la mujer estar disponible para su marido cuando a él le apetezca, independientemente de su propia voluntad o salud. Y acá volvemos a Gandhi, quien contrajo matrimonio a los 13 años con una niña de su edad que nunca aprendió a leer o escribir. Él mismo reconoce que todo el día se la pasaba pensando en la noche, por ser ésta sinónimo de lo que describió como "lujuria". Más adelante, cuando decidió renunciar a la “lujuria” para siempre, simplemente informó a su mujer al respecto, pues él mismo sabía que ella no estaba muy entusiasmada con los rituales nocturnos…. Sin palabras.
Podría llenar páginas enteras con todo lo que he oído y leído en este tiempo que llevo en India, pero podemos dejar algo para después. En resumen, está claro que Walt Disney no vino a la India antes de contar las historias de las princesas con las que crecimos (o bueno, ahora que lo pienso, de pronto todo hace parte de una misma estrategia), pero el caso es que el matrimonio aquí es visto con terror por parte de las mujeres. Y la posibilidad de salir de él (o simplemente no entrar) es muy remota, pues no solo está muy mal visto por la sociedad, sino que además las mujeres no sienten que tengan la suficiente fortaleza o capacidad para vivir sin un marido. Me pregunto entonces: ¿será que esto solo nos impacta cuando lo vemos en otro país? ¿qué tan lejos estamos de esta realidad? Ahí les dejo para que lo pensemos y, si aplica, liberemos a los bichos del frasco.