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Un país que empezó partido


Tengo que empezar por confesar que aunque antes de venir a la India estuve leyendo sobre su historia, poco realmente entendí de ella. La primera parte del viaje me ayudó a comprender mejor lo que significa ser un país tan joven (70 años) con una cultura y una historia milenaria (más de 3 mil años) que varía en cada una de sus regiones. Esto se siente todos los días en Delhi, pues en medio del caos pacífico de las calles, hay una enorme rivalidad entre los ciudadanos que vienen de distintas parte de la India. Pero la familia que me está alojando y el barrio en el que estoy viviendo, son perfectos para explicar lo que quiero decir.


Mis anfitriones son una pareja dispareja. Dispareja porque no piensan ni actúan igual a la sociedad que los rodea y porque pertenecen a comunidades distintas. Ella pertenece a una familia de Punjab, un estado al noroeste de la India en la frontera con Pakistán y él a una familia de Bengala, un estado al noreste de la India que colinda con Bangladesh. Ambas culturas son exactamente opuestas: mientras que en Punjab se aprecia el lujo y el dinero, en Bengala se valora la educación y las artes. Ambas regiones tienen comidas típicas totalmente distintas y el rol de la mujer es opuesto, pues en el noreste de la India la sociedad es “matriarcal”. 


A pesar de sus diferencias, esta pareja es inspiradora en todos los sentidos: desafiaron la tradición de casarse solo con personas de la misma comunidad y el matrimonio fue idea de ella (no arreglado) cuando solo tenía 23 años y trabajaba para él. En ese momento, ella le dijo que no quería tener hijos, algo impensable en esta sociedad. 


Pero además de su gran compatibilidad en medio de la disparidad, esta pareja tiene en común que cada uno pertenece a familias que llegaron a Delhi desplazadas por un evento que marcó totalmente la historia reciente de la India: la partición del país luego de la independencia que lograron en 1947 frente a la Corona Inglesa. 


Después de décadas de estar reclamando la independencia bajo el moviendo de no violencia de Gandhi y, terminada la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra accedió a liberar a India de su dominio. En ese momento, India no era realmente un país; era un subcontinente totalmente diverso con reinos y reinados de comunidades con distintas religiones y tradiciones, pero su población era mayoritariamente hindú. Los musulmanes eran la minoría más numerosa y al ver que el subcontinente se convertiría en un país con mayoría hindú, presionaron para tener también su propio territorio. Como resultado de esto, al tiempo con la independencia se decidió partir el subcontinente en 3, creando India, Pakistán del Este (hoy Bangladesh) y Pakistán del Oeste. 


La partición se hizo efectiva el 15 de agosto de 1947 sin que toda la población estuviera enterada. Punjab y Bengala fueron divididos de un momento a otro, rompiendo millones de familias y dejando a miles sin trabajo, sin un techo y sin raíces. Esta partición generó la mayor migración de la historia reciente de la humanidad, con más de 14 millones hindúes migrando hacia India y musulmanes migrando hacia Pakistán. Incluso aquellos que querían quedarse y defender lo suyo tuvieron que huir para sobrevivir, pues el solo anuncio de la partición despertó en ambas religiones una gran violencia incluso entre quienes antes eran amigos, lo que resultó en cerca de 2 millones de muertos y decenas de miles de mujeres violadas por el bando opuesto durante la migración. 


Fue así como las familias de mis anfitriones terminaron en Delhi. Sus padres lo perdieron todo con la partición, pues ambos vivían al otro lado de la frontera. Tuvieron que volver a comenzar de cero. En el caso de Bengala, el gobierno de India les asignó una tierra en Nueva Delhi que es precisamente Chittaranjan Park, donde estoy viviendo. 


Hoy, 70 años después, la partición sigue estando marcada en el corazón de la gente. La tristeza ronda en la expresión de quienes hablan de este suceso y lamentan que la relación entre el hinduismo y el islam sea cada vez más tensa, pues más allá de su religión, los tres territorios comparten una historia y aún se mantienen los lazos entre quienes fueron separados a la fuerza. 


Después de la partición vinieron más guerras y matanzas que seguramente terminan de explicar algunas de las complejidades de esta sociedad, o por lo menos de Nueva Delhi, un lugar de todos y de nadie. No creo que lo alcance a descifrar todo en los pocos días que me quedan acá antes de salir para Nepal, pero lo que logré entender me sirvió para asociar esta realidad con la historia de Colombia y nuestros vecinos. Distintas coyunturas pero realidades similares: colonias, libertadores, separaciones, migraciones, guerras y más guerras. Al final, no importa si estamos en el este o en el oeste… todos somos humanos.







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