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Reflexiones a mitad de camino


Se acaba otra etapa de este andar. Hoy escribo desde el aeropuerto camino a Nepal, después de 2 meses en India y 4 semanas en Nueva Delhi. Mi cerebro no termina de procesar el paso del tiempo: parece que fueran muchos años que llevo acá, pero el tiempo pasa tan rápido que siento que nunca es suficiente.


Hoy, en la mitad de este viaje, entiendo un poco mejor a qué vine. Siento que he pasado toda mi vida en piloto automático. Llenando cada segundo de mi tiempo con un millón de actividades, creyendo que eso es sinónimo de estar viva. Planeando el futuro y estando desconectada del presente. Enfocada en otros y desconectada de mí misma.


En estos dos meses, he aprendido a valorar el tiempo para mí. El tiempo para pensar, para sentir, para oír. El tiempo para hacerme preguntas sobre mi verdadero ser y para explorarlo sin prejuicios, sin competencias, sin complacencias. Hoy entiendo que no es necesario llenar cada segundo del día con mil actividades para estar viva. Hoy estoy más viva que nunca, disfrutando cada segundo en el presente, despreocupada de lo que viene, pero confiada en que será bueno y en que tengo la capacidad de enfrentar lo que sea que la vida me ponga por delante.


Hoy me siento libre. Libre para trazar mi propio camino. Libre para vivir la vida en la forma en que venga, sin importar si eso es igual o diferente a lo que estamos acostumbrados. Hoy siento que mi vida es mía y me la quiero gozar todos los días.


En Nepal voy a estar desconectada y en silencio. Aprendiendo sobre la filosofía del budismo y tratando de vivirla desde adentro, desde mi corazón. ANDARSE.










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