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Nepal para renacer


Voy de regreso a la India. Estoy sentada en el aeropuerto de Katmandú sin voz, pero feliz.


Nepal es un país que a muchos parecería muy pobre. Incluso en una conversación con un taxista yo misma le dije: “hay mucha pobreza en Nepal”. Pero él me respondió: “en Nepal no hay gente pobre; todo el mundo vive bien”. Y creo que tiene razón. Después de pasar un tiempo en la capital y de caminar las montañas del Himalaya puedo decir que la gente vive con muy poco, pero en su mayoría vive bien y pareciera feliz. En las calles no hay casi mendigos y todos están ocupados. Lo único que me pidieron fue chocolate y esos fueron los niños en el Himalaya que se alegraban de ver turistas caminando y nos asociaban con dulces extranjeros.


Me persiguen mujeres maravillosas en este andar. La compañía con la que caminé fue fundada por tres hermanas Nepalíes que solo contratan mujeres y las forman para ser guías y asistentes en la montaña. Nirma, nuestra guía, dice con orgullo: "No husband, no problem", pues a sus 37, tiene claro que la mejor vida que puede tener es la de soltera, caminando por la montaña y conociendo gente de todo el mundo. Su sueño es montar su propia compañía de trekking.


Durante dos días me alojé en una cabaña en la montaña de tres mujeres solteras que cultivan sus propios alimentos y viven del turismo. El lugar se llama “Happy Heart Hotel” y el nombre le queda perfecto, porque uno sale con el corazón pleno, lleno de felicidad a pesar de la infinita sencillez. Cocinan en una estufa de leña y sirven unos manjares para chuparse los dedos. Siempre tienen una sonrisa para ofrecer.


Compartí mi andar alpinista con una estudiante gringa. Me vi en ella muchas veces al oírla: con infinitas ganas de dar todas las peleas habidas y por haber y con más preguntas que tiempo para responderlas. Me sorprendí a mí misma en silencio más tiempo del que pensé, oyendo, pensando y analizando. Tal vez por eso me quedé sin voz…


Conocí también a una escocesa que hace terapias por internet desde cualquier lugar del mundo. Viaja con lo necesario y se goza los lugares y los amigos que ha venido haciendo durante años. Me hizo pensar que el mundo de verdad nos ofrece infinitas posibilidades para hacer lo que queramos y ser lo que queramos.


Y este viaje tan sensacional también tuvo su romance, no crean… pero tal vez esa historia la dejo para después.


En fin, después de 18 días en Nepal tengo que decir que ahora sí entiendo a qué vine. Se me había olvidado quién soy. Se me había olvidado ser feliz. Llevo 10 años en una carrera contra el tiempo que no me ha dejado nada más que eso… afán. He aprendido, es verdad, he reído y he sufrido. Pero sobre todo he corrido. Para qué? No sé. Y esa tal vez sea una pregunta que se quede sin respuesta. Por ahora seguiré este andar con el corazón abierto para dar todo y para recibir lo que la vida tenga pensado para mí.





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