top of page

Auroville: un sistema paralelo


Algo debe tener la India que atrae a una especie particular de viajeros. Durante los cerca de tres meses que llevo recorriendo este país, he conocido gente de muchos lugares del mundo, pero la mayoría de ellos tienen algo en común: se cansaron del sistema en el que vive la mayoría de la humanidad. Un sistema de competencia constante, una sociedad de consumo, un capitalismo llevado al extremo, una carencia de conciencia sobre el planeta y una pérdida del sentido de comunidad, es lo que ha llevado a muchos a escapar de la sociedad en la que nacieron, buscando formas de vivir en vez de sobrevivir. En esa búsqueda, cerca de 3 mil personas han llegado a Auroville, el lugar donde pasé la última semana.


Tengo que confesar que mi llegada a Auroville no fue el mejor de mis momentos de estos meses. Llegué enferma, cansada, incomunicada y sin mucho efectivo, después de levantarme a las 3 am para volar a Chennai y tomar un taxi carísimo en el que recorrí un camino de 3 horas. Cuando el taxista me anunció que habíamos llegado, una sensación de pánico me invadió de repente, pues yo solo veía arboles y una carretera de tierra roja. El taxista me dijo que debía caminar hacia la izquierda porque hasta ahí llegaba el carro, así que se fue y yo empecé a caminar, con terror y muy despacio, pues mi maleta de rueditas (muy pesada por cierto) se hundía en la arena al tratar de avanzar. Unos pocos metros adelante, la tierra roja se volvió piedras negras y la maleta se siguió hundiendo, pero por lo menos ya veía señales de vida. Seguí avanzando empecé a ver unos árboles inmensos que llenaban el espacio entre mi cabeza y el cielo, hasta que alguien gritó mi nombre. Me volvió el alma al cuerpo.


Me instalé en un cuarto amplio, rodeado de verde y más verde. Me dieron un tour por las instalaciones del lugar y todo me pareció como de película: la comodidad absoluta en medio de una selva totalmente viva. En la noche llegué al comedor y me senté en una mesa con el dueño del sitio, su esposa y su hija. Él, un francés de 72 años, ella una mujer india en sus 40s y la hija, una niña de 22 años que habla perfectamente inglés, francés y tamil. El hombre me contó que llegó a Auroville desde el inicio y hoy tiene 6 hijas que han nacido allá (aunque no me lo dijo, estoy casi segura que la mayoría tiene diferente mamá).


Al día siguiente conocí a otra hija cuya pasión son los caballos. Me invitó a ver su trabajo y yo quedé absolutamente deslumbrada con la conexión que tiene con sus animales. Ellos no la pierden de vista ni un segundo y le obedecen sin necesidad de castigos ni de recompensas. Por un momento me sentí tentada a dejar todo y hacer lo mismo que ella: solo Atila, Uma y yo.


En vez de caer en la tentación, alquilé una bicicleta y salí a explorar. Para bien o para mal, llegué a Auroville en un momento donde no hay casi nadie y la mayoría de lugares están cerrados. Así y todo, lo principal estaba abierto, así que me dirigí al centro de visitantes, donde me encontré una especie de centro comercial con una exhibición de la historia de la ciudad, un restaurante orgánico y tiendas donde solo se venden productos hechos en Auroville. En los días siguientes, comí delicioso, monté en bicicleta, fui a la playa y a Pondicherry, hice nuevos amigos, dormí y leí.


Aunque lo sabía desde antes de llegar, en esta semana reafirmé que Auroville es el lugar donde muchos llegan para volver a empezar. Este lugar fue fundado en 1968, cuando ciudadanos de 124 países trajeron tierra de sus respectivos orígenes y la mezclaron en una urna que representa unidad, para crear un lugar de todos y de nadie. Hoy, 50 años después, 2.500 personas de 55 países son ciudadanos de Auroville y han hecho de esta tierra un lugar de paz para vivir, trabajar y educar a sus hijos en medio de la naturaleza.


Para los curiosos, lo que aprendí de las reglas de Auroville es lo siguiente:

Hay un fondo central que es el propietario de la tierra y el responsable de los asuntos administrativos y la infraestructura. Todos los ciudadanos registrados de Auroville reciben un “salario” mensual de más o menos el equivalente a 550.000 pesos colombianos en una tarjeta que se debe usar parcialmente en la ciudad. A cambio, es un deber de todos trabajar para contribuir con el desarrollo de la comunidad, en la forma en que cada uno lo considere, por ejemplo, ofreciendo servicio de alojamiento a los turistas. Para instalarse en Auroville es necesario buscar una casa, ya sea pagando por ella o consiguiéndola prestada, pero en todo caso, la tierra y las construcciones pertenecen al fondo central de la ciudad. Las decisiones del día a día se toman mediante comités de ciudadanos, pero las más importantes requieren la votación de todos. La gente se mueve en moto o en bicicleta y las calles están parcialmente pavimentadas. En temporada, hay decenas de restaurantes, hoteles, clases de yoga, danza, pilates y programas de voluntariado, entre muchas otras actividades.


Cerré mi semana visitando a una pareja que conocí en Auroville y almorzando en su casa. En unos minutos, habíamos entrado en una conversación trascendental sobre la vida y nuevamente llegamos al tema del sistema. Resultó ser que mi nuevo amigo también sueña con crear un nuevo sistema por fuera del sistema, parecido a Auroville pero como más lujos y menos espiritualidad. Cada uno con su estilo, pero al fin y al cabo, otra muestra del deseo de la gente de volver a empezar. En mi opinión, esto refleja que hemos perdido totalmente la fe en una mejor sociedad. Es literalmente poner en práctica la frase común: apague y vámonos. Aunque entiendo de donde viene esta necesidad, me niego a creer que no podamos hacer algo mejor con lo que ya tenemos. Yo por lo menos, no quiero salirme del sistema todavía, sino más bien tratar de mejorarlo. Vamos a ver qué pasa cuando llegue a Colombia, pues por cierto, ya tengo tiquete de regreso. Por ahora, seguiré en este Andar que ahora me trajo a Goa, la otra costa de la India.

Single Post: Blog_Single_Post_Widget
bottom of page